El viento que todo lo ve y se entera de las cosas que ocurren en el mundo, un día quiso compartir esta historia. Susurró sus palabras a las copas de los árboles, a la tierra que se levantó en polvaredas, hasta que llegó a los oídos de los humanos. Por esa razón hoy la podemos conocer.
Cuentan que una mañana, en algún lugar que el viento no quiso precisar, se escuchó un insistente maullido. Los gatos que se encontraban cerca crearon un revuelo, la colonia discutía si aceptar al recién llegado u obligarlo a marcharse. Los susurros del aire aseguran que aquel que se perfilaba como jefe de la colonia maulló fuerte para no aceptarlo. Su bufido fue tan fuerte que él entendió que no era bienvenido, por lo que se retiró cabizbajo con el estómago pegado al espinazo del hambre que tenía. Según entendió el viento, al futuro líder no le gustaban los atigrados.
Durante el revuelo de la colonia la verdadera jefa escucha desde un rincón apartado. Cuando el que se perfilaba como jefe se acerca, expone lo ocurrido y tienen una larga conversación de ojos y pequeños sonidos que el viento no pudo traducir. Por lo que pasó luego, dedujo que la gata argumentó a favor de aceptar al recién llegado. El aprendiz de jefe obedeció sus órdenes y llamó a la colonia para que saliera de inmediato en su búsqueda. Lo hicieron con insistencia, pero no lo encontraron.
El viento también tomó partido. Estaba a favor del atigrado que, por su aspecto, necesitaba el cobijo de una colonia que lo arropara para sobrevivir o pronto lo vería caminar al lado de la muerte. Así que decidió hablar con la lluvia para que inundara el lugar. Ella hizo gala de su poder al mandar un torrencial chaparrón. La jefa supo que era una señal de alerta. Corrió, saltó charcos y se dejó guiar por la brisa para buscarlo. Al asomarse a una pequeña cueva lo encontró empapado. La lluvia y el viento ya habían cumplido. Dejó de llover y el aire silbó suave. Ambos gatos caminaron entre senderos inundados de pozos hasta llegar al grupo que le dio la bienvenida con agrado menos el aprendiz de líder que, desde un rincón, le declaró la guerra silenciosamente.
La rivalidad entre el atigrado y el aprendiz de líder se mantuvo a raya por la mediación de la matriarca, jefa absoluta de los felinos y de la zona en general. Experta en horarios, regidora del orden y el buen convivir. Con sabiduría en la garra y un purr a tiempo supo frenar los conatos de peleas de los rivales y mantuvo a la colonia con la tranquilidad propia de la convivencia. El recién llegado había encontrado un lugar en donde dormir, comer y hacer unos cuantos amigos. De hecho una gata redondita y pequeña, hija de las últimas camadas que había nacido en la colonia, no perdía oportunidad de enviar miradas dulces hacia sus ojos.
Pasó el tiempo y una noche la colonia se sorprendió al escuchar un quejido fuerte. Cuando se dieron cuenta que la adolorida era la pequeña redondita se acercaron a ella. La líder que sí entendió lo que ocurría, los apartó. Se dispuso ayudarla. La pequeña minina dio unas vueltas sobre sí misma y se dejó apreciar un hilo de sangre. Luego, un nuevo gemido al pujar. Una bolsita trasparente sale. La limpia diligente y se revela un cachorrito que mueve sus patas. Al poco tiempo se repite el proceso y otro ser diminuto también sacude sus paticas. Termina agotada. Saluda con los ojos para presentar a sus cachorros y todos les dan la bienvenida. Luego se tumba con sus pequeños. El silencio se llenó con su profundo y sonoro ronroneo.
En el ambiente rondan muchas preguntas, pero la matriarca pide se retiren para dejarla descansar a solas con sus hijos. Se reúnen lejos a platicar y aunque no saben en qué momento pasó lo que pasa para que el resultado sea ese, nadie dudó quién era el padre. No por ser el recién llegado, sino por los cachorros mismos y la actitud tranquila y desafiante que éste adoptó.
Nunca se podrá precisar cuándo surgió el romance entre ellos, el viento fue testigo y no reveló el secreto, sin embargo hay testimonios que aseguran que esa relación se consolidó en el instante que nacieron las crías.
Su nueva familia le ofreció al atigrado un grupo social al cual pertenecer, le proporcionó seguridad, cobijo, afecto, un territorio. Un hogar plácido donde desarrollar fuertes vínculos que definen la existencia, el bienestar y la felicidad. El carácter tranquilo, amistoso, dulce, juguetón se manifestó con los hijos. Los días transcurrieron entre juegos y enseñanzas. Los cachorros no daban tregua con sus travesuras, por esa razón la rivalidad del aprendiz de líder y el nuevo quedó relevada a un segundo plano.
Al salir por las noches en busca de aventuras y algún alimento la jefa y el aprendiz de líder eran expertos en encontrar la manera de entrar en las diferentes viviendas del barrio, pero la salida era siempre embarazosa. En el momento en que el atigrado se unió al grupo, hizo valer su sabiduría como el señor del mundo. Las habilidades que desarrolló en su vida vagabunda las puso en práctica en su nuevo hogar. Especialista en abrir ventanas, puertas, daba la oportunidad a todos para que pudieran escapar a escondidas con suculentas presas, intactas. Se ganó el respeto de la colonia.
Los humanos despistados que dejaban sus alimentos en las encimeras de la cocina, para que se descongelaran, no encontraban nada por la mañana y para colmo descubrían puertas y ventanas abiertas. Los mininos escuchaban divertidos los reclamos que se hacían entre ellos. La líder, conocedora del pensamiento de las personas, permanecía atenta sobre aquellos comentarios que planificaban guardia nocturna para atrapar a los gatos ladrones. A esas viviendas no volvían, así la colonia permaneció unida en la sobrevivencia por mucho tiempo.
En esas labores la rivalidad del aprendiz de líder y el atigrado quedaban aparcadas, ambos colaboraban, se apoyaban lomo con lomo. Algún felino del grupo corrió el rumor de que habían realizaron un pacto de patas para sellar su amistad incondicional una vez que la gata líder realizó su viaje de no retorno. No sabemos si es cierto, el viento no afirmó ni negó estos rumores.
Relato de Rosa Boschetti.
Te invito conocer las diferentes razas de gatos que existen. Descubre sus principales características. Juega con el gato Bengalí, maravíllate con el enorme tamaño del Maine Coon, o lo exótico del gato Esfinge. Además podrás descubrir lo tranquilo que es el gato Persa, la impresionante elegancia del gato Bosque de Noruega, o lo juguetón que es el Gato Himalayo, y la curiosidad del gato Siamés.
Una preciosísima fábula con final feliz.
Gracias, Rosa. Andamos necesitados de historias hermosas y esperanzadoras.
Un abrazo.