En algún lugar existió una enorme casa habitada por una pareja presumida. Noche tras noche, realizaban grandes festines para ostentar la abundancia en la cual vivían. Sus vecinos asistían gustosos, luego parloteaban. Esas habladurías traspasaron los muros de la ciudad hasta las afueras y llegaron a oídos de una colonia de ratones que decidieron ir en busca de alimentos, no por glotonería sino, porque estaban hambrientos.
Llegan después de un complicado viaje que le costó la vida a muchos de ellos. Al estar frente a esa casa trepan sus muros, débiles y más hambrientos que al inicio de la trayectoria. El reconocimiento del lugar es rápido. Se instalan en una habitación desierta con salida al patio, por si tienen que huir. Por la mañana los más fuertes trasladan alimentos desde la despensa hasta el refugio. Esa es su rutina durante muchas mañanas hasta que se recuperan, luego se organizan para hacer el recorrido las veinticuatro horas de los siete días de la semana.
La pareja, aunque no los ve, sospecha de la presencia de algún roedor. Sus dudas se confirman, al ver en la enorme despensa una sombra huidiza acompañada por un rabo y varios alimentos fuera de lugar. Ese desorden pone en peligro la magia de la reposición automática, así que enfurecidos deciden buscar una solución.
A la mañana siguiente algunos ratones se quedan petrificados al ver a un gato entrar a la casa. Al recobrar el aliento, con precaución, pero con prisa, avisan a sus compañeros. En un sepulcral silencio se reúnen mientras piensan qué hacer. Esa mañana en el laberinto que conduce a la despensa no hay movimiento.
Mientras, la pareja y el gato están en la cocina. Al tiempo que un humano coloca en el suelo un tazón con agua, el otro ordena: «¡Encuentra y cómete a los ratones!» El gato indignado azota su cola, se aleja despacio con pasos elásticos. Recorre la casa, le parece cómoda y decide quedarse a vivir allí. La pareja lo mira y no entiende por qué se detiene frente a la escalera por tanto tiempo. Susurran «Es como si hablara con alguien» y con una sonrisa en ambos rostros siguen con los preparativos para el festín.
Con la noche llegan los invitados. La pareja, al saludarlos, alardean de su nueva adquisición:
—¡…un gato hermoso! ¡Excelente cazador, ágil, astuto! Pobre de los ratones que osen pisar esta morada ¡Serán historia! —dicen con orgullo.
Al gato no le gusta lo que escucha. Piensa «¡No soy un adorno, un empleado o una cosa que se compra, se usa y se tira! Aunque tienen razón en algo: soy hermoso, ágil cazador, pero lo que no saben es a qué presa voy acorralar»
Intenta acercarse a los ratones para contarles su plan, pero ellos temerosos se esconden en lugares imposibles de alcanzar. Así que decide llamar al ser del otro mundo que le dio la bienvenida frente a la escalera. Lo ha visto mover algunas cosas, cerrar puertas, ventanas, apagar, encender luces, sin que ello le aporte mayores alegrías, deambula solo, triste y silencioso. El gato le habla de su plan y el ser del otro mundo se siente alagado al conocer su participación, gustoso accede ser intermediario.
Efectúan la reunión mientras la pareja y sus invitados están en el festín. Algunos ratones se encuentran incómodos con la presencia del gato, sin embargo el líder explica: es amigo del ser del otro mundo, además, viene a proponer una tregua. Los ratones se calman y se logran varios acuerdos.Con alegría celebran el primero de ellos: ¡No se aceptan personas en la alianza!
Más animados, concretan otros detalles: El gato se encarga de invitar a otros felinos y advertirles que bajo ninguna circunstancia pueden atacar a la colonia de ratones, que compartirán con ellos habitación y alimentos. Los ratones se comprometen a convivir en armonía. Por otro lado, el ser del otro mundo se contagia con el ánimo reinante. Decide llamar a varios amigos para que también se muden a la casa. Dice: «Así mantendremos ocupados a los humanos en otros asuntos» y se escucha una risa general. Luego sigue una conversación en términos que solo ellos comprendieron. Incluso hoy en día no se conocen más detalles, pero sí sabemos que esa noche el ser de otro mundo, el gato y los ratones compartieron sueños esperanzadores.
Llega la mañana y el cansancio de la noche anterior persiste en la pareja que se despierta por un fuerte ruido. Sobresaltados salen de la habitación, los extraños sonidos continúan, buscan por la casa, no ven nada inusual y deciden volver a su rutina.
La noche trae a los vecinos que observan cosas extrañas: Algunos ven enormes ratones con expresiones feroces que se asoman por los muros. Otros se sienten amenazados por muchos gatos que caminan silenciosos hacia ellos. Los que logran llegar a la puerta de entrada se paralizan, seres de otro mundo se enlazan en sus brazos. No se sabe cuáles fueron las emociones de esas personas, pero por sus múltiples reacciones, la firme decisión de no volver y la carrera que hicieron hasta sus casas se pueden resumir que sintieron pánico.
Adentro, con la mesa vestida para el gran festín, la pareja espera a sus invitados que no llegan. Desconcertada, se va a dormir. Al amanecer descubren que sobre la gran mesa tan solo quedan algunas migajas de los manjares servidos. De inmediato piensa que las voces de sus sueños, fueron reales. Sospechan que los vecinos entraron y comieron mientras ellos dormían. Recorren la casa, no encuentran a nadie. Revisan la despensa y mientras repiten nerviosos «¡La magia de la reposición no debe romperse», recolocan en su lugar los víveres, puestos al azar, dentro de la despensa.
Por la noche vuelven a preparar el festín, visten la mesa. De nuevo se cansan de esperar a sus invitados. Se van a dormir, pero atentos a los ruidos se levantan con cada sonido fuerte y no ven nada. A la mañana siguiente se sorprenden porque, una vez más, los majares han sido devorados y en la despensa hay que volver a recolocar algunas cosas. Esa rutina se repite cada noche… cada día… En sus rostros ya se nota el cansancio por la vigilia y el deambular solos, tristes, silenciosos por esa enorme casa. Se han convertido en sus propios fantasmas que solo cobran vida al preparar los festines y recolocar la despensa.
Al recorrer la casa tan solo ven a su hermoso gato dormir en un rincón. No se percatan de su sonrisa ni de su mirada, tampoco llegan a la habitación donde los seres del otro mundo custodian el plácido sueño de los invitados. Muy lejos están de reconocer que todo esto pasó por el trato que le dieron a su «nueva adquisición» ese gato hermoso ¡Excelente cazador, ágil, astuto!
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Texto e ilustración: RBoschetti.